El Castillo de San Martino della Vaneza

 

Castello di San Martino della Vaneza

 

La torre, alta alrededor de siete metros, que surge sugestivamente de una chopera de cuarenta años, aparece como clásico símbolo del castillo. Es tan evocadora que, durante mucho tiempo, una tradicción cuenta que el castillo era el mismo que estaba pintado en el fondo de la Tempesta de Giorgione, escogido por el pintor en recuerdo de la estancia en San Martín.


La historia de la pequeña fortaleza contribuye en hacerla representativa también de la transformacción de uso que ha interesado muchos castillos italianos: en un primer momento por motivos históricos, debido al perfeccionamiento de las armas, y después por motivos de conservación y de uso del bien público.


PiantaLa configuración más importante tiene lugar con la presencia de los Carraresi. En el lado meridional fue construido, o a lo mejor sólo arreglado, el cerco de traquita (alto alrededor de 10 metros) coronado de almenas. Fueron insertados, en tres lados, tres cuerpos principales con alojamientos: al final la torre fue alzada y hecha más elegante con una refinada corona de almenas de ladrillos salientes, impostada en altos espolones pénsiles (una solución similar a la que se utilizó en la Puerta Padua en Montagnana).

 

Como residencia del comandante del Castillo y de todo el campo militar, la torre fue organizada como un verdadero alojamiento, distribuido en séis plantas. El complejo presenta todavía los restos de las técnicas constructivas de defensa, como las aspilleras altas y estrechas en la planta baja del cerco, o la garita de guardia en el lado meridional. El Castillo siempre fue invencible y, como recuerdan las fuentes, cayó sólo por traicción, llegando a ser propiedad del Véneto.


Con el adviento del dominio veneciano, esta estructura defensiva perdió de significado y cayó en desuso. En 1489 fue alquilada a los Vendramin, familia noble veneciana que comerciaba semillas de cereales, que, después de algunos años, construyeron la labranza que se encuentra a unos doscientos metros hacia oriente. Bajo la égida de la paz veneciana, que sigue sujetando el Castillo al destino del Bacchiglione, empieza la vocación comercial del área. El bosque della CarpanetCastelloa, de hecho, abastecía madera para quemar y una gran cantidad de óptimos robles para el Arsenal de Venecia. Carbonara producía carbón, mientras que las canteras de caliza y los hornos de Vegrolongo vivían un momento de particular desarrollo. Dado que estos productos eran transportados hasta Venecia por los canales, en el siglo XVII el interior del castillo llegó a ser un emporio fluvial y un importante centro de clasificación comercial. La nueva situación llevó al sucesivo utilizo del Castillo como alojamiento y lugar para escanciar el vino. El complejo de edificios quedó de propiedad de los Vendramin hasta la mitad del siglo XIX.

 

Después de algunos cambios de propiedad, en 1978 fue donado por los últimos dueños, los Antonini Papafava dei Carraresi, al Consorcio para la valorización de las Colinas Euganeas y entonces a la provincia de Padua.

Hoy en día, después de importantes intervenciones de restauración, la estructura interna es sede del Museo del río Bacchiglione y de su territorio.